Thursday, September 14, 2006

Amanda

Hacía tiempo que no visitaba algunos blogs que eran mis viejos favoritos. Por eso quedé tan devastada cuando hace poco visité a la Pancha.
Pancha, este post es para ti. No tengo idea de qué estoy escribiendo, no sé qué palabras van a venir a continuación, pero necesitaba escribirte algo y que fuera público. ¿Por qué? No sé, son muchas las sensaciones que me andan adentro ahora, pero una de ellas es incomodidad por no haber sabido antes esto que estás viviendo.
¿Será que en el fondo, incluso una tipa agnóstica como yo, tiene la poco racional convicción de que, si hubiera "estado contigo desde antes", mis plegarias, buenas vibras o pensamientos hacia ustedes habrían colaborado desde antes en este camino que recorres? No sé... quisiera haber estado contigo aún virtualmente, desde antes.
Pero también quiero decirte cuán tremendo, cuán extraordinario me parece todo lo que has escrito. Extraordinario primero por esa fortaleza de montaña que demuestras, esa determinación de leona madre, esa ternura de diosa-madre. Te leo y cada palabra es exacta, calza con precisión en el modelo de generosidad, entrega, emocionalidad y valentía que todos tenemos en la cabeza, pero que pocos seríamos capaces de seguir.
Pero también es tremendo lo que has escrito porque... pucha, yo sé que escribes bien, pero esta vez has hecho que me sienta "ahí" y, sobre todo, me has hecho vivir también tus emociones.
Y fue fuerte. Super fuerte. Yo he reído a mandíbula batiente con los blogs; también me he enojado, me he interesado, me he aburrido, me he apenado, me he entusiasmado.
Pero nunca se me habían llenado los ojos de lágrimas.
He puesto por fin el link a tu blog bajo el título de "Amanda", en la esperanza de que cuantos más te visitemos, cuantos más sumen sus pensamientos y emociones del lado de Amanda, más pronto podrás tenerla sonriente, toda tibiecita y perfumada a bebé, ahí en tus brazos.

Es que no sé qué más puedo hacer...

Sunday, September 10, 2006

Expedición al Provincia - Resultados

Me encantaría poder contar que recién vengo llegando del cerro... que le debo un millón de pesos a la empresa de helicópteros que nos rescató, después de que el Cuerpo de Socorro Andino hubiese declarado terminadas las búsquedas. Que la aventura de pasar una semana en el cerro me hizo comprender las cosas verdaderamente importantes de la vida, y que volví menos estresada, más filosófica y con varios kilos menos, a mis labores cotidianas.
Pero claro, los sucesos reales son harto más prosaicos, aún cuando la aventura "le llevó" su cuota de suspenso y drama.
Lo primero que hay que aclarar es que no llegamos a la cima... En algún momento del trayecto, nos dimos cuenta de que la empresa estaba un poco por encima de nuestras capacidades físicas. En ese punto, Esteban, con gesto heroico, me dijo: "Sigue tú, déjame aquí... y no mires para atrás."
Cuestión que, por supuesto, hice.
Eran poco más de las dos de la tarde y estaba como a media hora de la cima. Los caminantes que venían de vuelta me decían: "nooo, si te quedan como quince minutos nomás..." Así que seguí adelante. Hasta que tropecé con una especie de cúspide de piedras amontonadas, que había que cruzar y bajar para llegar a un filo nevado. La técnica parecía ser descender como quien baja por una escalera, con el cerro de frente y el vacío a tus espaldas... Cierto, era como un metro y medio de altura, pero el suelo al que se llegaba era, simplemente, ese filo nevado.
Y me dio julepe. Andaba gente, pero no andaba mi compañero de cordada. Además, pasó entonces, de vuelta de las alturas, un guaperas que se ofreció a hacerme la foto de cuasi cumbre y que terminó de decidirme a bajar hasta donde Esteban.
Mi compañero de cordada, por cierto, no perdía el tiempo, y conversaba de lo más animosamente con Doris y Ximena, unas chicas que habían llegado hasta ahí y desistido de seguir hasta la cumbre. Entonces, saqué las latas de sopa marinera que había llevado como sorpresa, y las calentamos y las tomamos mientras esperábamos que la pareja de andinistas con que habían subido nuestras nuevas amigas bajaran de la cumbre.
Cuando llegaron, a eso de las tres y media, empezamos el descenso. Ximena iba con unas simples zapatillas de gimnasia, y de pronto perdió el control y terminó corriendo cerro abajo. Nos alcanzó a gritar: "¡no puedo parar!" antes de caerse y aterrizar con la cabeza, mientras las piernas, con el vuelo, se levantaban hacia el cielo haciéndola darse una espectacular vuelta de carnero con el cuello apoyado en una posición increíblemente antinatural.
Corrimos hasta ella, que estaba quejándose, con la cara al sol y los ojos cerrados. Tenía golpes en la frente, el ojo derecho y la nariz. El Jota, amigo de las chicas que había llegado hasta la cumbre, sacó su botiquín de andinista, y lavó los magullones de Ximena. Le dio un antiinflamatorio y esperamos un rato hasta que ella dijo que podía levantarse.
Por suerte, podía seguir caminando, aunque le dolía una rodilla. Empezamos, pues, el descenso, que fue muy lento.
La Xime, una tipa aperradísima, se quejaba, pero bajaba incluso a pesar del miedo que le daban ciertas partes un poco más resbaladizas del descenso.
En el camino de vuelta nos tocó un atardecer precioso, aunque el smog sobre Santiago llegaba a dar angustia de pensar que debíamos volver a respirar aquello.
Hasta tuve la suerte de poder fotografiar una turca mientras se arreglaba las plumas sobre una piedra, a la luz amarillenta de la tarde... y de paso, probar el zoom digital de mi cámara.
En definitiva, nos demoramos como seis horas en descender, y el último tercio lo hicimos totalmente de noche, bajo una luna diáfana, y entre cantos de grillos y tucúqueres. Por suerte, el Jota y su polola, expertos ellos, andaban con sus linternitas frontales y yo también había echado mi linternita frontal marcha shansho, que salvó bastante para la ocasión.
Con esa ayuda, la guía segura del Jota (nunca llegué a saber cómo se llamaba) y la experiencia de su polola, más el aperramiento de Doris y de la Xime (se pasó, esa cabra), llegamos sanos y salvos abajo, a eso de las nueve y media de la noche.
Moralejas de esta aventura, hay muchas; pero me parece que no interesan al propósito de este blog. Sólo diré que, descontando el accidente que nos atrasó en el descenso, bajar de noche un cerro, cuando se hace con una guía tranquila y algún grado de apoyo técnico, es algo a la vez sobrecogedor y hermoso.

Saturday, September 02, 2006

Expedición al Provincia - Preparación

La meta: Esta vez sí, llegar a la cumbre del Provincia.
¿Cómo? Ah, la empresa es difícil... Ya lo intentamos una vez, en abril, sin éxito. Pero esta vez, Esteban dice que está en mejor estado físico que en nuestro intento anterior, y por mi parte le he prometido que sí, que mañana llegaré a las 8 y media en punto al lugar de encuentro. Pienso que, con esos puntos resueltos, nuestra arriesgadísima expedición tiene probabilidades de éxito.

El plan es partir a eso de las nueve de la mañana. Serán por lo menos seis horas de ascenso, y esperamos encontrar nieve, tal vez ya desde el Alto del Naranjo.

Provisiones: Sandwiches, chocolates y agua, harta agua.


Nótese las hamburguesas light, el queso cheddar y muzzarella, y el pan integral.
Como se puede apreciar, la cantidad de comida nos permitiría pasar el fin de semana en la montaña... Lo cual está bien, porque si requerimos del cuerpo de socorro andino, sería super humillante que en la nota periodística del día siguiente nos trataran de inexpertos y poco preparados...





En plena preparación de los sandwiches, se me ocurrió ponerles un poquitito de ají verde...







... y no pude resistir comprar estas dos latas: Son una sorpresa para Esteban y un premio para tomarnos algo sabroso y calientito en la cumbre, o a la bajada, en el Alto del Naranjo.
Aunque suponga cargar también el pequeño anafre y el baloncito de gas en mi mochila.




Como espero que haya nieve, me llevo mis cubrepantalones impermeables, aunque hagan ene bulto... pero es que sólo los he estrenado una vez antes!
También, y por las mismas razones, mi parka de Ultrex (presupuesto no alcanza para el Goretex...). Frío no pienso pasar.
Llevo mis fieles calzas de algodón stretch y dos recambios de calcetines, pensando en que la nieve igual me va a entrar a los pies, y que una vez de vuelta en el Alto del Naranjo, será super agradable cambiarse a calcetines secos...
Los bototos serán protegidos con harta grasa de caballo.

Y claro, "equipo de apoyo", en el que destacan el imprescindible rollito de confort, las baby wipes y el gel desinfectante (sí, ¡mina! ¿y qué?), y cosas más obvias, como gafas oscuras, bloqueador solar, una pinza y un botiquín con una vendita elástica (¡sería muy mala cuea que llegáramos a necesitar dos!) y una linterna frontal.
Nótese que la gorra con visera beige es lo único que se sale de tono en mi super fashion equipo, en que predomina el rojo con toques de gris muy elegante.... bueno, no todo podía ser perfecto.


Bien, ése es el equipo.

En cuanto a la ruta, será la normal desde el puente Ñilhue, en el camino a Farellones. Ojalá hacerla en 3 horas hasta el Alto del Naranjo, y almorzar ahí. Después, tomarnos otras 3 horas hasta la cumbre, lo cual supone llegar a eso de las 3 de la tarde, y empezar a retornar a más tardar a las 3 y media. Supuestamente, estos timings son holgados, pero estamos en invierno y oscurece más temprano.
De todos modos, aplicaremos nuestra regla que, llegadas las tres de la tarde, nos ponemos a bajar donde sea que estemos.
Bueno, ahora me voy a dormir. Tengo que levantarme temprano mañana.
Ya les cuento cómo nos va.