Hacer regalos.
Este año alguien de mi familia sugirió que no nos hiciéramos regalos entre los adultos y que nos concentráramos en los niños solamente. La idea prendió como fuego y es así como hoy, en unas horas más y por primera vez desde que empecé a participar como regaladora activa (y no sólo como receptora de presentes), nuestro árbol navideño no tendrá a sus pies regalos de los grandes para los grandes.
Lo hallo terrible de fome.
Puedo entender que detrás de una tal iniciativa haya no sólo las razones presupuestarias, sino también el deseo de evitarse los atochamientos, el gentío y la confusión de las compras en temporada prenavideña; ahorrarse el esfuerzo de tener que pensar “qué le regalo a tal personaje” y hasta una rebelión frente al consumismo desatado de la navidad, tanto en su vertiente anti-establishment como católica (“que ese no es el verdadero sentido de la Navidad”.)
Pero reconozcamos que es fome.
Y no lo digo sólo porque me encanta recibir regalos, que harto de eso hay, sino sobre todo, porque me encanta hacerlos.
Quizás el argumento que menos puedo entender es ése de “no regalar para evitar tener que pensar qué regalar”. Es cierto, hay gente a la que resulta difícil encontrarle un buen regalo. Yo confieso que muchas veces, y tras infructuosas cavilaciones, he terminado regalando la consabida polerita de piqué, la inefable cajita de chocolates, el ubicuo whisky o Bailey’s. Regalos fomes, que sólo revelan una derrota de mi imaginación (nota bene: ¿no les parece que a los hombres es especialmente difícil hallarles un regalo?).
Pero ¿cómo no va a ser entretenido pensar en un regalo apropiado para cierta persona determinada? Una plantita, entradas para el cine, un marco de fotos, el DVD de una película antigua…
Entiéndaseme bien: no estoy haciendo el reproche de “si te da lata, es porque no eres capaz de tomarte el trabajo de pensar en esa persona a la que dices que quieres”; no se trata de eso. Se trata de reivindicar que, simplemente, es ENTRETENIDO imaginar regalos para las personas que queremos; o simplemente, la gente que nos rodea.
Yo sé que el “sentido de la navidad” es otro, y que este frenesí por hacer regalos se traduce en un frenesí de compras y en pingües ganancias para los comerciantes. ¿Es eso malo? Por una vez en el año, ¿está mal comprar montones de cosas para toda esa gente que nos rodea?
Porque, seamos sinceros, usualmente no nos damos el tiempo ni la plata para andar haciéndoles regalos a nuestros seres queridos, excepto con ocasión del cumpleaños. ¿No es como poco, un regalo al año, para alguien a quien queremos?
Supongo que se entenderá que no pretendo levantar la idea de que “los objetos materiales” son esenciales para mantener una relación ni ninguna payasada por el estilo. Tampoco que la Navidad no sea el momento propicio para ser generosos hacia otros, hacia personas más necesitadas (aunque el tema de la caridad tiene sus espinas… pero es, en todo caso, demasiado extenso para este post).
Yo digo que hay que regalarse más y que la tradición navideña es una oportunidad que no hay que desperdiciar. Creo que hay que devolverle a los regalos su carácter de fiesta, su cualidad sorprendente, su naturaleza expresiva de afecto. Y que hay que recibir los regalos con alborozo. Como niños. Como cuando éramos niños.
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5 comments:
hola señora interesante, y no pues, no está nada de malo hacer regalos, cada uno expresa el amor como se le pare la r...feliz navidad y la mayor parte del tiempo también, q sea feliz, al menos en algún instante del dia
Es triste no recibir regalos en navidad porque ya eres grande y la navidad es para los niños. Es triste también no hacerlos. Y no hablo de regalos caros. Estoy hablando de "algo que hice yo para regalártelo a ti", de eso se trata: galletas horneadas en casa, un cuento, un chiste, un poema o una canción, qué se yo, tantas cosas.
Te deseo un grandioso 2007. Besos.
a mi me encanta hacer regalos y cuando me han propuesto eso de concentrarse en los chicos yo siempre salgo con la sugerencia del anho: y que tal se hacemos solo regalos de XX pesos (o euros)??? y prende más porque es más creativo y siempre sale algo choro del arbolito... a quién no le gustan los regalos? Un abrazo negrita
Amiga!
Pasaba por tu blog para dar un aviso de utilidad pública. Me invitaron a participar en un blog para "Mujeres Chilenas de 30 años" y pensé que a tí y varias de tus lectoras les gustaría formar parte de él.
La idea NO es mía, sino de Barbaraza.
Sólo se pide como requisito ser mujer y cercana a los 30 (para arriba o para abajo).
Ojalá que te integres a este grupo!
http://mujereschilenasde30.blogspot.com
Regalos, Navidad..., cumpleaños...
Tal vez por mi naturaleza medio rebelde a ratos, medio taimada otros, no me gusta hacer regalos porque hay que hacer regalos... no es un tema de $$$, tal vez es que mi creatividad afectiva no funciona bajo presión, y más de las veces uno termina haciendo un regalo porque hay que hacer uno y no porque sea el indicado para una persona.
Algo bueno que aprendí de miss simpatía, es a mirar a las personas con el ánimo de ver que se le podría regalar, ese es un buen método, pero requiere pasar tiempo con la persona y el éxito no esta garantizado, pero cuando ocurre, pasa lo que me gusta cuando de hacer un regalo se trata, le das a la persona un regalo hecho a la medida y con resultados espectaculares...
He hecho esto pocas veces en mi vida, pero hay hecho que uno gruñía termine feliz, por ejemplo. Cuando un regalo se hace así, quien lo recibe no necesita demostrar concientemente su agradecimiento... le brota.
En oportunidades eso, que emerja el regalo apropiado para alguien, ocurra sin yo buscarlo, cuando eso pasa, no tengo nada que ver con cosas, me importa nada el calendario, voy y hago el regalo.
Respecto a mi, el valor del regalo no se refleja en una boleta, el valor del regalo es la dedicación, en darse el tiempo de ver o hacer (en sentido de construcción) un regalo que sea el indicado para la persona.
Y mientras escribo, con vergüenza noto que no le he hecho un regalo a ud.
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