En 1949, el presidente Gabriel González Videla les otorgó por fin a las mujeres, en Chile, el derecho a voto, que recién en 1952 pudieron ejercer para elegir un presidente.
Gabriela Mistral, chilena, poetisa, premio Nobel de literatura, nació en 1889. Murió en 1957. Es decir, esa mujer, durante prácticamente toda su vida adulta, fue considerada por la ley chilena como alguien incapacitado para decidir quién debía ser presidente de su país.
El Código Civil chileno, hasta hace un par de décadas, enumeraba a las mujeres casadas entre las personas que eran “incapaces relativas”.

A pesar de todo eso, la Constitución Política hablaba de la igualdad ante la ley como uno de los principios fundantes de la institucionalidad del país. Y a nadie le parecía que hubiera nada raro o inconsistente.
Ahora, tendremos una presidenta. Los resultados de las elecciones parecen indicar que el factor "clase socioeconómica" no fue el único determinante, y que esta vez influyó también el factor "género": es decir, que muchos votos se emitieron teniendo en cuenta el género de la candidata y no su orientación política.
Por eso es importante que nuestra Presidenta electa sea mujer.
Por supuesto, igual que todos, yo espero que llegue el día en que elegiremos a nuestras autoridades sin fijarnos en si son hombres o mujeres. Pero ese día no es hoy. Hoy todavía es importante el género. Es importante para los niños y niñas que crecen ahora en Chile. Es importante porque en la medida que existe, y por su sola presencia, a esos niños no les va a parecer raro que una mujer desempeñe la primera magistratura; de la misma manera que a nuestra generación no le parece extraordinario que voten tanto hombres como mujeres.
Por eso, es bueno recordar que las mujeres somos jóvenes, políticamente hablando. Que hace muy poco tiempo que hemos logrado en Chile -y en el mundo- nuestro derecho a transitar solitas por las veredas de la ciudadanía plena.