
Una situación vergonzosa y sin salida es cuando estás haciendo compras con tu hijo de 8 años en el supermercado, y pasas por la sección de vinos, y te dices a ti misma: "uhm... sería rico comprar un vinito para este fin de semana", y cuando estás inclinada recogiendo la botella que has elegido, escuchas la vocecita demasiado estridente del niño en cuestión, diciendo bien alto (hay que insistir en ello): "Mamá, por favor, no compres más vino... ¡no quiero que te emborraches!"
(Y tú ahí, botella en mano, inclinada todavía, para que no te vean la cara los paseantes, y pensando cómo puedes explicarles que no, que jamás te has emborrachado; que rara vez compras vino; que no sabes de dónde tu hijo pudo sacar eso; que lo más probable es que, como tú misma le has metido tanto susto acerca de lo malo que es abusar del alcohol...)